To eat or not to eat
Ricardo Migueláñez. @rmiguelanez
Este fue el lema bajo el que se debatieron los retos de los análogos y sustitutos a la carne tradicional, por decirlo de manera suave, en la cuarta edición del Fórum Cárnico, celebrado en Girona y que reunió a más de 300 profesionales y expertos del sector a nivel nacional e internacional.
Digo de decirlo de manera suave, porque se está ya gestando de forma seria (hasta aquí hemos llegado), el contraataque frente a lo que es considerado como “fake meat”, frente a la “carne” que no es carne como tal, frente a alternativas de imitación, de sustitución, que en muchas ocasiones desinforman y pretenden engañan al consumidor más incauto, sobre todo del más joven (millennians, centennials…) para vender más y mejor.
Nadie está hablando, en su sano juicio, de prohibir la fabricación de este tipo de productos ultraprocesados, que incluyen proteína vegetal y muchos ingredientes más que apenas se indican o se conocen, desde aditivos, hasta grasas de origen incierto, texturizadores, conservantes, etcétera.
El consumidor es muy libre de consumir lo que quiera, de ser vegetariano, vegano, flexiteriano o lo que desee ser, pero lo que no puede permitirse es que se le intente desinformar o engañar en el etiquetado de los alimentos que compra y consume.
Ramón Armengol, responsable sectorial de Ganadería y Leche de la FCAC y de Cooperativas Agro-alimentarias de España, afirmó en un reciente artículo en la edición catalana del diario económico Expansión que el titular que se llevó del Fórum Cárnico fue que “en el año 2040, un 35% de la carne que consumiremos en el mundo será “carne cultivada “ y un 25% “carne vegetal”, pero reconociendo que “hablar hoy de cifras en un mercado todavía incipiente, de alrededor del 2%, es arriesgado, parece que la tendencia es bastante clara, dada la alta participación de empresas del sector cárnico y el aumento exponencial de empresas que investigan en la “carne de laboratorio” y registran patentes, así como de fondos de inversión, que tienen la mirada puesta en este sector.”
Poco antes de las elecciones europeas, los europarlamentarios propusieron una enmienda para proteger precisamente las denominaciones de la carne en el marco de la futura Política Agraria Común (PAC) y es de suponer que esta preocupación continúe adelante, teniendo en cuenta también una sentencia del Tribunal Europeo de Justicia de 2017, que volvió a confirmar la protección de las denominaciones de la carne y de la leche.
Pero este debate, que ahora se está empezando a tener en España y en otros países de la UE (la Comisión Europea, como casi siempre, está a verlas venir y se pondrá a actuar tarde y mal), lleva ya bastante tiempo produciéndose en Estados Unidos, país en el que el 60% de toda la carne que se consume es picada, que es donde se centra principalmente el negocio de la supuesta “carne” alternativa.Real MEAT Act
De ahí la reciente iniciativa adoptada por los congresistas norteamericanos, Roger Marshall (republicano de Kansas), y Anthony Brindisi (demócrata de Nueva York), de presentar en la Cámara Baja del Congreso de Estados Unidos el proyecto de Ley Real MEAT (The Real Marketing Edible Artificials Truthfully), que busca abordar las prácticas engañosas de etiquetado en productos proteicos alternativos, mediante la codificación de la definición de carne de res, reforzando las disposiciones existentes, frente a un etiquetado incorrecto que confunde al consumidor, y tratando de mejor las medidas de aplicación disponibles para el Departamento de Agricultura (USDA), en caso de que la FDA (Food and Drug Administration) no toma las suyas adecuadas.
Este proyecto de ley plantea que en la etiqueta sea obligatorio indicar con claridad cuándo un producto, sea vegetal o un cultivo celular (de laboratorio), no es carne tradicional, sino de “imitación”, poniendo coto a las etiquetas creativas y engañosas, que lo único que pretenden es impulsar las ventas confundiendo al consumidor.
Ambos congresistas persiguen que los productores de carne estén protegidos contra afirmaciones falsas y perjudiciales, pero ante todo buscan proteger a los consumidores frente a prácticas engañosas de comercialización y que éstos confíen en que la información de las etiquetas de los alimentos dispuestos en los lineales, sea veraz y permitan tomar sus propias decisiones de forma segura y transparente.
La iniciativa para etiquetar a los productos alternativos de proteínas no cárnicas ya había tenido propuestas legislativas similares en la mitad de los Estados del país norteamericano, pero ahora se persigue un refrendo federal, porque su ausencia había llevado a un número cada vez mayor de empresas, acogiéndose a su derecho a la libertad de expresión y amparándose en la libre competencia, a comercializar productos de imitación de carne de res, creando confusión en el mercado y fraude en el consumidor.
Las asociaciones que representan al sector ganadero y de la industria cárnica de Estados Unidos acogieron favorablemente el proyecto federal de Real MEAT Act, que exigirá que los productos alimentarios con base de proteínas de origen vegetal o procedentes de cultivo en laboratorio tengan la obligación de incluir en su etiquetado la palabra “imitación” justo antes o después del nombre del alimento, además de incluir una declaración que indique con claridad que el producto no se deriva o no contiene carne.
Para Jennifer Houston, presidenta de la NCBA, que agrupa a las cooperativas agrícolas de Estados Unidos, y ganadera de Tennessee, “un número cada vez mayor de productos cárnicos falsos están tratando claramente de engañar a los consumidores, cuando éstos deberían estar protegidos frente a prácticas de comercialización engañosas” y “los productores de ganado deben poder competir en un campo de juego de forma justa y equilibrada.”
Asimismo, Lia Biondo, directora de Políticas de la Asociación de Ganaderos de Estados Unidos (USCA), defiende el esfuerzo de sus miembros para garantizar la veracidad en el etiquetado, no solo en los productos de carne, sino también en productos proteicos alternativos. Biondo mostró su satisfacción por el proyecto de Real MEAT Act, que atiende en parte sus demandas de definir la carne de vacuno como un producto que se deriva exclusivamente de la carne de un animal bovino.
En la cita del IV Fórum Cárnico, Jacint Arnau, investigador del Instituto catalán de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA), destacó en el transcurso de su ponencia “Carne: Futuro y Futuribles” que los análogos cárnicos a base de proteína vegetal y la carne cultivada (en laboratorio) son las alternativas con más potencial a la carne tradicional, incidiendo en que “la demanda de carne va a crecer de forma generalizada en el mundo, pero va a disminuir en los países avanzados”, debido a que “la demanda aumenta cuando crece la población mundial, el nivel de renta, el empleo femenino, la población urbana y la globalización social, pero disminuye cuando sube el precio, las condiciones naturales son poco favorables a la producción y los motivos religiosos toman importancia”.
Entre esas alternativas a la carne real, Arnau citó la producción a base de legumbres, insectos y algas, proteínas vegetales y carne celular o cultivada, sin descartar que los productos híbridos, que combinan carne y vegetales, puedan ser una opción muy interesante en un futuro inmediato.”
Denominaciones de la carne
En un reciente y muy interesante artículo, Annette Toft, presidenta del Grupo de Trabajo sobre Productos Agroalimentarios del COPA-Cogeca y a su vez directora del Danish Agriculture and Food Council, afirmaba que existen varios motivos para respaldar el intento de aclarar la comercialización de las imitaciones vegetales de productos de carne y lácteos, que están en auge en Europa y con el objetivo de sus promotores de convertirlas en una tendencia de consumo.
Toft hace referencia en que existen, al menos, tres razones para respaldar la protección de las denominaciones de la carne: evitar la desinformación, evitar lo que denomina el “secuestro cultural” y ser creativo, ser justo. Sobre este último punto señala que el sector de las imitaciones vegetales pretende ser un sector creativo y de moda y que, iniciativas para establecer normas sobre las denominaciones de la carne, no deberían ser consideradas por estas nuevas industrias como un ataque, sino como una oportunidad para crear nuevas denominaciones, conseguir el reconocimiento de los consumidores y alcanzar el éxito financiero.
En este contexto, afirma, la comercialización de imitaciones puede dar lugar a malentendidos o percepciones erróneas, dado que la “sustitución” es un concepto de marketing poderoso para asegurar a los consumidores que simplemente está reemplazando a un producto por otro. Utilizar conceptos y elementos culturales de la cocina de carne y leche, no sirve de nada. (Y, en cambio) invertir en una estrategia de marketing que sea capaz de crear una cultura efectivamente alternativa, con recetas vegetales provistas de un distintivo es una vía mucho más sostenible y ambiciosa de explorar, señala Annette Toft.
Y, por último, evitar el “secuestro cultural”, el secuestro de los nombres de las denominaciones tradicionales de la carne y leche, que están profundamente arraigadas en nuestro patrimonio cultural y han sido modeladas a lo largo de los siglos, como jamón, carpaccio, bistec, filete, chuleta, salami, mantequilla, leche, queso…etc.
“Si protegimos nuestro patrimonio local y regional con indicaciones geográficas y denominaciones de origen, deberíamos ser coherentes y protegerlo también para bienes más comunes. Este patrimonio común está ahora en juego con el auge de la comercialización de productos similares”, añade Toft, para quien la industria de las imitaciones se ha beneficiado hasta cierto punto de un vacío europeo y ha secuestrado estas poderosas denominaciones en su propio interés. Para corregirlo, los europarlamentarios y los gobiernos nacionales han decidido tomar medidas y el Tribunal Europeo de Justicia ha dictado su sentencia.
Para la directora del Danish Agriculture and Food Council, “una industria que tiene la ambición de convertirse en una tendencia no debe imitar los productos existentes” y “la lucha sobre las denominación de la carne no es una lucha “contra”, sino una lucha “a favor” de los consumidores, de la preservación de las denominaciones tradicionales y para una industria vegana y vegetariana más creativa.”
Publicado en: Qcom.es
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